Descripción:
En 1927, para el tricentenario de la muerte de Góngora, en medio del aparato y del fasto promovidos por los poetas de la Generación del 27, Borges escribió: ‘Yo siempre estaré listo para pensar en don Luis de Góngora cada cien años’. Más tarde, en julio de 1945, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, esperanzado por la victoria de Inglaterra después de uno de los peores momentos en la historia de la humanidad, en una ‘Nota sobre la paz’ Borges vuelve, de otra manera, al poeta cordobés: ‘Hablar es metaforizar, es falsear; hablar es resignarse a ser Góngora’. No piensa en su admirado y querido Quevedo, el poeta del desgarro. A su mente, en un estado emocional muy particular, llega Góngora como el poeta al que nombra por antonomasia porque sólo su íntima, precisa y convincente ‘exuberancia verbal’ puede dar cuenta del horror de la guerra y de la promesa que supone la paz.

Borges vivió en la compañía de Góngora desde su adolescencia; sin darse cuenta, a lo largo de su vida construyó una productiva amistad lírica con él: descubrió sus palabras, su ‘agasajo legible y hasta memorable’. En Borges y Góngora: un diálogo posible, Martha Lilia Tenorio busca lo que Borges y Góngora tienen en común. Con esta convicción en mente, a partir de los propios versos de los dos poetas, y de los comentarios y algunos textos narrativos del primero, intenta dar cuenta de algunas de las razones de esa comunión entre el poeta cordobés y el bonaerense.