Descripción:
Azorín es ya un autor ‘clásico’; su obra le ha otorgado un puesto de indiscutible valor dentro de las historias de la literatura o manuales al uso, un lugar privilegiado en la narración de algunos capítulos fundamentales de nuestra cultura contemporánea (gestación de la ‘nueva novela’, renovación de la crónica periodística y de la crítica literaria, teatro y novela de vanguardia, ensayo literario, etc.). Esta condición suya de autor clásico, sin embargo, constituye también su condena. La conquista del clasicismo (entendido no como marca estilística inherente a la obra, sino como juicio de mérito sobre la misma) conlleva el peligro de convertir al autor en ‘indiscutible’, de aceptar como válidos para siempre los parámetros y criterios que hicieron del autor un clásico, de dar un valor absoluto a distinciones y categorizaciones que sólo pueden ser relativas.

El autor clásico queda, así, atrapado en la repetición de los modelos desde los que se configuró y consolidó su clasicismo. En el caso de Azorín, su clasicismo hace que el literato ensombrezca al intelectual, al pensador, al teórico de la política y al mismo hombre de acción (política). Inútil buscar a Azorín en los anaqueles que nuestras bibliotecas y librerías reservan para el pensamiento y la filosofía, la hermenéutica de la cultura y la teoría política. El clasicismo de Azorín le condena a ser un literato, fundamentalmente un novelista, también un autor de teatro; esas otras facetas de su obra (el periodismo, la política, el pensamiento, etc.) quedan relegadas a una función subsidiaria de la creación literaria.

La consideración de autor clásico introduce, pues, un orden en su obra y establece una jerarquía entre sus escritos. Luz y tinieblas: la claridad del orden también genera sombras, y la jerarquía olvidos. En la era de la hipercomunicación y del dominio de la técnica, la presencia de los clásicos puede configurarse, además, como una suerte de ausencia definitiva: su ‘indiscutible presencia’ los esteriliza para ser elemento vivo, actual y actuante como generador de cultura. Están, pero no son. Es tarea de la crítica sacar a los clásicos del limbo infecundo en el que yacen y hacer de ellos campo de batalla donde se pone en juego la vida. Y el primer paso no puede ser otro que la necesaria reconstrucción del orden del clasicismo.
- DE INTRODUCCION


INDICE:

Introduccion, de Francisdo Jose Martin...9

I. El pensamiento español durante la primera restauracion (1875-1900), de Luis de Llera…13

II. De politicos y hombres de accion: ejemplos y tipos en Azorin, Baroja y Ortega y Gasset, de Marcos Cipolloni...35

III. El Politico y la emergencia del maurismo, de Jose Luis Villacañas Berlanga…53

IV. El Politico frente al ‘Problema de España’, de Francisco Jose Martin…67

V. El Politico ante la lente metaliteraria: un tratadillo de poética al modo azoriniano, de Renata Londero…83

VI. El laboratorio del traductor: Gilberto Beccari y la traduccion italiana de El Politico, de Lia Ogno...93

VII. Las reseñas de El Politico, de Francesco Fratagnoli…109

VIII. Ligeros apuntes sobre Italia en Azorin, de Edi Bastianelli...141

IX. Il Politico (1910): algunas huellas de su recepcion critica, de Paolo Tanganelli...171

X. Sobre el primer Azorin politico, de Manuel Menéndez Alzamora…185

XI. Azorin esencial conservador, de Enrique Selva Roca de Togores...193

XII. Azorin y el caciquismo. El camino al congreso, de Jose Fernandiz Lozano...201

XIII. Azorin, de la rebeldia a la conformidad, de Santiago Rioperez y Mila...217

XIV. Azorin, el liberalismo y la democracia, de Antonio Robles Egea...225

XV. Azorin: 1931-1932, de Jose Paya Bernabe...241