Descripción:
Hoy por hoy, sigue siendo de referencia obligada La imprenta de Medina del Campo de Pérez Pastor. Sus trabajos bibliográficos siempre destacaron entre los de sus contemporáneos por una cierta conciencia de que el libro no era sólo objeto inventariable o con el que sólo se cumple con aplicarle la concienzuda lupa tipobibliográfica. Eso que, de por sí, era y es hasta cierto punto suficiente en este menester, lo enriquecía Pérez Pastor con una idea del libro como documento histórico y con la capacidad de discernir no sólo su forma, sino también su contenido. ‘La más curiosa tipografía que hasta ahora se ha publicado» le parecía a Serrano y Sanz una de las obras más conseguidas del bibliógrafo, la Tipografía madrileña, cuyos tres elaborados volúmenes se publicaron entre 1891 y 1907. Este juicio que pone en positivo otro parecido de Cervantes venía dado por el hecho de que las publicaciones de Pérez Pastor eran algo más que esqueléticas listas de libros o airosas descripciones de solas portadas y colofones. Otro de sus panegiristas, Liñán y Heredia, lo honraba recordando que fue el primero que ‘adivinó y explotó el rico arsenal de noticias que encierran los archivos de protocolos, antes casi olvidados».

El crítico que era Pérez Pastor reproducía en sus trabajos de descripción bibliográfica fragmentos significativos y hasta obras enteras; y el concienzudo historiador que también era empezó a explotar los archivos de protocolos para diseñar la historia de la imprenta. Estas dos características siguen haciendo necesarias -no ya sólo de referencia obligada- sus obras tipobibliográficas. No en vano este manchego, nacido en Tabarra (Albacete) en 1843 y que prolongó sus días hasta el 21 de agosto de 1908 cuando muere en Horche (Guadalajara), había completado un curriculum en el que otras curiosidades precedieron a la bibliográfica. Fue sacerdote, se doctoró en ciencias físicas, renunció a una cátedra de agricultura que había ganado en Ultramar, ejerció como profesor de bibliografía y, en fin, una vez efectuado su ingreso en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, trabajó en la Biblioteca Pública de Toledo, en la Nacional, en la de la Real Academia de la Historia y en el Archivo Histórico Nacional. Al fin -con todo y su silencioso trabajo- alcanzó a ser elegido miembro de la Real Academia (905).
- DE PREFACIO