Descripción:
No conocí a don Mariano Alcocer, aunque pude haberme cruzado con él y haber cambiado algunas palabras en el otoño de 1937 cuando, en plena guerra civil y con ocasión de un cursillo universitario, pasé una temporada en Valladolid. Ni los profesores ni las materias impartidas suscitaron interés en mí. En cambio, me resultaron gratas y muy provechosas las muchas horas que pasé en la biblioteca universitaria donde el secretario, el amable don Paulino Ortega Larnadrid, me guió en el piélago inmenso de los libros, me descubrió los tesoros secretos de la biblioteca y me facilitó el acceso a obras que me resultaron muy útiles en mis estudios posteriores. Y sin embargo. en algunas ocasiones, le he recriminado cariñosamente porque no me habló ni me mostró la joya del arte mozárabe, el Beato que pintó Obeco a finales del siglo X y guarda la biblioteca universitaria.

Es probable quc alguna de las pcrsonas mayores, con empaque dc hidalgo, que vi en la biblioteca fuera don Mariano. como le llamaban sus compañeros. pues continuó trabajando después de su jubilación en la biblioteca, a pesar de no haber podido conseguir que el Ministerio de Instrucción Pública le permitiera seguir, sin gratificación alguna, dirigiendo la biblioteca, como había recomendado la Junta de gobierno de la universidad alegando que se encontraba en plenitud de sus facultades físicas e intelectuales. Qué dura era en aquellos tiempos la inflexibilidad administrativa, que ni siquiera permitía trabajar gratis a las personas capacitadas.

Don Mariano Alcocer, que había nacido en Molina de Aragón el 8 de mayo de 1860, ingresó. treinta años más tarde, en 1890, en el Cuerpo Facultativo de Archiveros. Bibliotecarios y Arqueólogos, después de estudiar en la Escuela de Diplomática, en la que consiguió el diploma de suficiencia con ciertos apuros y un suspenso en bibliografía, él que terminó siendo un bibliógrafo notable de su tiempo. Una vez ingresado tuvo que someterse al nomadismo de los funcionarios primerizos y trabajó en los archivos de Orense, Toledo, Vitoria y Simancas, hasta que arribó, 1917, a la Biblioteca U niversitaria vallisoletana, de la que llegó a ser director, cargo que desempeñaba cuando se jubiló en 1929.

La Escuela de Diplomática, creada para la formación del personal que debía encargarse de las bibliotecas, los archivos y los museos del Estado. fue, en la segunda mitad del siglo pasado, vivero de investigadores, despertó en él la afición a la investigación histórica y le llevó a configurar su vida como animador de la actividad investigadora en Valladolid, labor por la que recibió numerosas recompensas honoríficas. claro.
- DE PREFACIO