Descripción:
Los aventureros que treparon las agobiantes cordilleras atraídos por la riqueza y el poder, que fundaron una comarca de ilusiones en estepas donde el viento arisco y helado estableció su guarida, jamás imaginaron que su estirpe agonizaría condenada al ostracismo. Su ciudad cayó dinamitada calle a calle; sus casonas expiraron saqueadas; sus soberbias paredes desaparecieron trituradas por los caterpilar y, ellos mismos, quedarían convertidos en polvo, sin rostro, devorados irremediablemente por el olvido.

Durante siglos, el laborioso pueblo minero vivió imantado por el resplandor del oro. Los audaces compraron títulos nobiliarios que con el tiempo fueron pulverizados por los comejenes. Generaciones de mineros, nativos y extranjeros, se impusieron la tarea de agotar las vetas. La naturaleza les jugó una broma sardónica: lo que explotaron era apenas una lámina epidérmica de riqueza. Abstraídos, soberbios, desdeñaron la competencia inútil. Se extraviaron en festines pantagruélicos. Bebieron hasta el desvarío licores que viajaron desde el viejo mundo. Se demoraron en sesiones sodómicas inventando nuevos ritos sexuales con piadosas rameras. Perdieron, rescataron y, otra vez, perdieron honores, casonas, esposas, título y minas, en partidas de póquer y rocambor que conocieron la oscuridad de la noche.

Con el nacimiento del siglo agoniza el ensueño. La Copper Corporation quebró el espinazo de nuestra burguesía provinciana. El poder se convirtió en espejismo. Los legítimos dueños de minas quedaron cercados, terminaron rumiando la grandeza, nostalgiando mulizas. Aún quisieron asediar al enemigo pero sus hermanos los abandonaron para siempre. Sus hijos vencieron distancias movidos por la manía que heredaron: buscar el poder y la riqueza. Los que se resistieron a partir se incrustaron en la telaraña del pulpo extranjero, terminaron asalariados, marcando tarjeta y admirando a los gringos. Otros, descubrieron el dormido coraje de sus antiguos operarios, los indígenas, y sintieron que en ellos late la fuerza redentora de sus vidas.